CAPÍTULO
02
Aideen
El incesante correr de
agua lo sacó de agujero oscuro en el que se encontraba. Su mente embotada no
registraba más que el relajante sonido del agua. No estaba muy seguro si su
mente le jugaba otra ronda de tranquilos y apacibles sueños o muy por el
contrario, horribles y espantosas
pesadillas. Sus amaneceres tenían una rutina diaria, levantarse sudando con las
sabanas enrolladas a sus puertas y agarrando la cama como si se le fuera la
vida en ello, o con el cuerpo relajado y una sonrisa en los labios que desaparecía
en cuanto se daba cuenta de dónde realmente estaba.
Fuese cualquiera de
esas opciones estaba siendo muy real en este momento. El agua que corría
posiblemente era un arrollo, el sonido era bajo lo que quería decir que la
corriente no era fuerte, pero lo desconcertante era que en esta ocasión el
sonido se escuchaba demasiado cerca. En cualquiera de sus sueños siempre estaba
lejos del agua, por alguna razón le temía, siempre le había temido y dudaba que
eso hubiera cambiado de un día para otro. Peor aún es que no era lo único que
lo hacia sentirse fuera de un sueño; la superficie en la que estaba acostado
era dura y fría y demasiado real para sus sentidos.
Lo mejor sería seguir enfocándose
en el agua, tal vez le ayudara a relajarse lo suficiente como para que le
trajera seguridad a su mente y esta terminará de despejarse.
Siip… Tendría que hacer
otra búsqueda en “Google”, y esta vez no leer sólo por encimita. Tendría que ir
buscando una manera de poder salirse de sus sueños, quizás si aprenderá a
despertarse cuando quisiera no tendría tantos problemas para irse a dormir.
A medida que el agua
seguía corriendo, se sintió lo suficientemente despejado como para atreverse a
abrir los ojos. No recordaba exactamente que había pasado antes de que se quedara
dormido, ni siquiera podía afirmar como había llegado a su cuarto, si es que
estaba en su cuarto.
Ay
Dios mío, que estuviese en su casa al menos, por favor…
Lentamente y sin mover ningún
otro musculo de su cuerpo abrió los ojos. Nada más ver lo que estaba sobre él,
sintió un escalofrió en todo el cuerpo. Se quedo congelado, un miedo frío empezó
a recorrerle desde la punta de los pies y subiendo poco a poco hasta la cabeza.
Ayy
Dios mío. No, no estaba ni siquiera en su casa…
No, no… Esto no podía
ser real, nunca había sido demasiado devoto de ir a la iglesia diariamente, ni
siquiera por semana, es más, no podía recordar cuando fue la ultima vez que
asistió a una. Pero lo que si recordaba a detalle era que jamás, pero jamás,
había estado en un lugar como este, aún en ninguno de sus sueños.
Lentamente y con temor
de que no estuviera solo, movió la cabeza; primero a la derecha. Bieennn… otra
pared rocosa como la que tenía sobre la cabeza, a diferencia que esta no tenía
un par de estalactitas que colgaba por encima de él y que pareciera que en
cualquier momento se destrabarían y se le clavarían terminando así con su muy corta
vida. O bueno, ahora mismo la idea no le parece tan mal, quizás esa fuera la
manera de que todo esto desapareciera y volviese a su muy normal y corta vida….
Vamos
Aideen, nunca has sido un cobarde que huye a la primera, tal vez si a la
segunda, pero nunca a la primera… Si esto era tan real
como se sentía y se veía, entonces también tendría que haber una manera de
escaparse ¿no?
Girando la cabeza ahora
hacia la izquierda se quedo pasmado ante lo que vio.
Ahora sabía de donde provenía
el sonido del agua. Esta salía de un grupo de rocas agrupadas de un diseño artístico
que solo la naturaleza por sí misma podría lograr. Las rocas eran de un tamaño considerablemente
grande, pero brillaban con una tenue luz doradas, parecían están bañadas en
escarcha que hacia un juego de tragaluces al reflejar el agua que se empozaba
debajo de ellas. El agua caía en una mini cascada hacia una piscina debajo
cavada en el suelo. Él estaba acostado en lo que parecía ser un suelo también de
rocas, pero estas no brillaban, eran iguales a la pared derecha y al techo. Así
que supuso que el fondo de la piscina debía ser del mismo material de las rocas
brillantes, ya que el agua emitía pequeños destellos de luces que eran atrapadas y reflejas por las rocas
brillantes.
Había una sola palabra
para describir lo que veían sus ojos… “Maravilloso”…
Estaba tan perdido
contemplando la pequeña fuente de agua natural que no se dio cuenta de que no
estaba solo. Un leve ruido, parecido a un gemido, le devolvió abruptamente todo
el miedo que la luz del agua se había llevado.
Otra vez el gemido se repitió,
se escuchaba igual a cuando alguien se quejaba por un golpe. Él conocía muy
bien ese sonido, eran los mismo que hacia luego de que la pandilla de la
escuela lo golpeará, pero no volvería a pasar, ninguno de esos idiotas lo
volvió a tocar desde que les mostro que nunca más dejaría que lo lastimaran,
desde entonces él era al que le temían, a diferencia de que no golpeaba
inocentes ni débiles, en realidad no golpeaba a nadie ya que no se atrevían a
meterse con él desde quinto de primaria. Hacerse con un nombre desde temprana
edad siempre aseguraba que no se metieran contigo en el futuro.
Moviéndose poco a poco
logro al fin ponerse de pie, tenía que salir de allí por el mismo. Hizo una
rápida revisión de su cuerpo, asegurándose de que todo estuviese en el lugar
correcto. Ok… No tenía una sola gota de sangre, ni un rasguño; ¿entonces por
qué se sentía como si se hubiese estrellado en su bicicleta contra el camión de
los helados?
Demonios, le dolían
todos los músculos, estaba descubriendo que tenía más de los que creía. Aunque
por primera vez en mucho años, su mente estaba totalmente en paz, nada de
recuerdos nebulosos ni pensamientos incoherentes, solo él…
Paso a paso se dirigió
hacia dónde había escuchado el gemido. A no más de cuatro metros de dónde él
había despertado y de lo que suponía debía ser una cueva, estaba una
bifurcación. Se detuvo a esperar u rogar que quien estuviese herido se volviese
a lamentar, de modo que pudiese identificar que camino escoger. No importaba
cómo y por qué razón estaba allí, lo único importante era escapar y llevarse
con él a quien pudiese ayudar.
Siempre jugaba a
hacerse al héroe, pero maldita sea si alguna vez pensó que llegaría el día en
que tuviera que luchar por serlo.
Y allí estaba lo que
había esperado; otro gemido aunque tan bajo que apenas logró escucharlo. Venia
del de la derecha, lo que indicaba que allí era donde se encontraba el dueño
del gemido.
¿Por
qué sería que todo es siempre por la derecha? Con un suave suspiro
se dirigió hacia dónde lo llevara el camino…
No había dado ni diez
pasos cuando vio que al final había otra cueva, esta estaba más iluminada que
el a que él había estado, solo que en esta se encontraban dos personas. Una de
ellas, que parecía ser mujer por el largo cabello blanco que caía sobre la roca
en la cual estaba acostada, y el otro un hombre; sin duda se reconocería nada
más verle el cuerpo, la ancha espalda desnuda y cubierta por un manto de
cicatrices.
Auchhh…
Eso tendría que haberle dolido como los mil demonios.
El hombre de la
escalofriante espalda, se inclinaba por encima del otro cuerpo impidiéndole a
Aideen ver más de la mujer. A penas si lograba divisar las delgadas y cortas
piernas embotadas en lo que parecían ser pantalones y botas de cuero, el mismo
atuendo que lucia el hombre.
¿Serían estos sus
secuestradores? No había visto la cara del hombre, pero por la altura y las
feas cicatrices que tenía debía de ser malo, muy malo…
Vamos
Aidenn, no importa que tan malo luzca, debe de serlo también para que se haya
ganado esas cicatrices, además sea quien sea debes marcharte de aquí.
Sip, eso era lo que
tenía que hacer, escapar de la forma que fuera. La chica debía ser otra victima
también, su cuerpo se estremecía; el hombre ese la tenía agarrada de los
hombros luchando para que dejara de moverse. Una vez había visto a uno de sus
compañeros sufrir un ataque epiléptico y juraría que lo que estaba teniendo esa
mujer era lo mismo.
Segundos después de que
pasará el ataque, el cuerpo le quedo laxo y desmadejado encima de lo que a Aideen
le parecía ser una cama hecha de piedra; una sola piedra lo suficientemente
grande y plana en la parte alta para que sostuviera el cuerpo entero de la
mujer.
El hombre o que fuera
esa masa de cicatrices se dio la vuelta,
agachándose para recoger algo del suelo cuando dirigió su mirada justo hacia el
lugar donde Aideen estaba.
Maldición, sería tan
bruto él que no se le ocurrió esconderse. Se retaron uno al otro con la mirada,
la verde de él contra la azul hielo del otro.
Sus ojos eran escalofriantes,
su mirada era de hielo, verla directamente le hacia sentir como si quisiera
congelarlo y matarlo al mismo tiempo. Sintiendo un temor que jamás había
conocido en su vida, aparto bruscamente la mirada, huyendo de ese mortal azul. Sabía
que el hombre lo seguía mirando, sentía que le lanzaba puñales solo con los
ojos. Buscando una salida recorrió a velocidad la cueva completa.
Joder, esto no podía
ser… No había ni una sola grita por la que escurrirse. Sin más idea que la de
empezar a retroceder, regreso su mirada a la mujer mientras daba un paso hacia atrás
cuando con horro reconoció a la figura acostada.
Nooo, Cat, la mujer era
cat.
Al reconocerla
volvieron sus últimos recuerdos en una ola gigantesca de imágenes, la fiesta,
los chicos bailando y sobándose mientras se absorbían las lenguas, el vaso de
vodka, Cat sacándolo de la fiesta por venia la policía, Cat llevándolo a ese
oscuro parque, el horrible dolor de cabeza, Cat tratando de ayudarlo…. Cat… no
Cat…
¿Qué le había hecho? Sus
espantados y cortos rizos ya no existían, en su lugar tenía unos lisos y largos
cabellos, blancos cabellos.
A medida que su cabeza
se adaptaba a los recuerdos, se fue acercando a paso de tortuga hacia Cat, sus
piernas no querían obedecerle, su mente no quería aceptar lo que le había hecho
a su Cat. No la había protegido, la había defraudado a ella también.
Justo creía que podría
tocarlo una pálida mano le aferro la muñeca, llevándole el brazo hacia la
espalda y haciéndole un zancadilla que lo tiro al suelo.
-Maldito seas
desgraciado, suéltame hijo de puta- lo tenía sepultado en el suelo, con una
rodilla sobre la espalda para impedirle moverse. Le retoría el brazo con tan
fuerza que sentía que demoraría en partirle el hueso – Suéltame bestia,
desgraciado monstro- Si no podía defenderse con su cuerpo al menos su sucia
boca le daría algún alivio, por poco que este fuera era mejor que soportarlo
cayado.
-¿Aki?
Una suave voz se hizo
levantar por encima del estruendo que hacían las melodiosas palabras que salían
de la boca de Aideen.
Dios, era hermosa, el
blanco cabello le rodeaba el rostro como una luz espectral atrayendo la mirada
hacia sus ojos; ojos tan grises que parecían transparentes. Espera… ¿Grises?
-¿Cat?- ¿Acaso su garganta
estaba tan rasposa como se sentía?- ¿Cat eres tú?
Cat o la chica que para
él era Cat, lo miró sin mirarlo realmente.
-¿Aki?
-Aquí estoy preciosa. Jamás
te he dejado- dijo el bárbaro que aun lo mantenía apostado al suelo.
¿Aki? Así que tenía
nombre después de todo. Y el que pensaba que solo sería “Mr. cicatrices”
-¿Qué sucedió Aki? ¿Dónde
estamos? ¿Quién ese ese hombre? ¿Por qué lo tienes agarrado?
-Tranquila- le
respondió Conan el bárbaro con una voz que nunca le hubiese asociado –Responderé
a todas tus preguntas si solo las disparas más despacio.
-Lo siento- dijo la
chica mientras se volvía a recostar y dirigía la mirada nuevamente hacia
Aideen. Esta vez pareció que si lo vio en realidad y no a través de él.
-Tú… Eres tú –gritó al
tiempo que se levanta tan rápidamente que no podría decir en que momento estaba
acostada y en que otro había arrojado a Conan y lo levantaba a él sobre sus
pies. Su toque era suave como la ceda, sus delicados dedos recorrieran inquietos
sus brazos y pecho, terminando finalmente sobre su cara.
Al notar como Aideen tembló
ante su contacto se detuvo, al fin dándose cuenta de lo que había hecho. Sus
mejillas adquirieron un tono rojo carmesí comparables a una quemadura que se
adquiere bajo varias horas al sol, la palidez de su piel era tan notable que
cualquier cambio de color parecía una quemada.
-Lo… lo siento- No lo
miraba a la cara así que no podía decir si se estaba disculpando con él o con
quien ella llamaba Aki por haberlo golpeado.
-Aki, ¿Por qué lo
estabas lastimando? ¿A caso no sabes quién es él?
¿Qué si no sabia quién
era él? Así que ellos sabían quién era. Espera… ¿Ellos? Eso quiere decir que
los dos eran los responsables de que estuviera allí. Pero ella era… ¿Cat?
-¿Cat?- preguntó con
una voz que ni él mismo reconocía.
-¿Cat?- le respondió
con la misma pregunta.
En realidad no sabía o
era tan buena actriz que se ganaba el oscar.
-Te pareces tanto a
ella que juraría que eres ella, pero al mismo tiempo eres tan diferente que sé
que no lo eres- esto ultimo que dijo fue tan idiota que si pudiera en mismo se
patearía si pudiera.
-¿Así que la Kirara es
Cat?- Afirmó más que preguntó el bárbaro dirigiéndose por primera vez a él.
-No sé quien diablos es
Kirara, pero si le has hecho algo a Cat…
-¿Qué me harías? Hasta el
momento ni siquiera pudiste defenderte- le interrumpió haciéndole sentirse como
un imbécil ante lo obvio. Cierto, había perdido y no tenía excusa, su mente en
ese momento solo pensaba en Cat.
-¡Basta! –Cat, pero que
no era Cat se interpuso entre los dos hombres listo a para la segunda ronda –
Ahora no es momento para esto.
Farfullando y
murmurando sobre los hombres y sus tontos instintos se dio la vuelta para
recoger el bolso de cuero sobro el cual momentos antes Aki había estado.
-Aki, llévame a esa
Cat. Esto no formaba parte del plan, pero por ahora no hay vuelta a tras- dijo mirándolo
fijamente. A pesar de que era por lo menos cabeza y media más baja que él se le
enfrentaba como si fuesen del mismo tamaño.
-Como quieras hermana,
pero has de saber que esto no traerá nada bueno. Esa mujer no me agrada, mi espíritu
me dice que traerá más problemas que otra cosa y sabes que él nunca me falla.
La chica no le
contesto, se limitó a seguirlo sin prestar atención a ninguna de sus palabras,
confiaba en el juicio de él sobre todas las cosas, pero esta vez sentía que se
iba a llevar una sorpresa por primera vez en su vida.
-¿No vienes? –dijo a
Aideen sin siquiera darle una mirada, no se atrevía a mirarlo, no en este
momento que aún estaba tan débil.
-¿Ir a dónde? –demandó él
–Nos han secuestrado a mi amiga y a mí, ¿Por qué debería ir con ustedes a algún
lugar? –no quería gritarle, algo en sí mismo no quería hacerlo, pero no podía
evitarlo.
-Responderé a tus
preguntas a su debido tiempo, pero ahora mismo debemos ir por tu amiga y
marcharnos lo más rápido posible- aún le daba la espalda – estamos solos y este
lugar no será seguro por mucho tiempo. Tienes que confiar en mí, jamás te haríamos
daño, no después de lo que hemos esperado; si no confías en mí al menos confía
en eso.
-Mírame- al ver que
ella no se daba la vuelta, levanto un poco más la voz, dándole a entender que
no estaba dispuesto a ceder, no en eso- Mírame, tan siquiera dame eso.
Al parecer esas últimas
palabras significaban algo para ella, porque se dio la vuelta y por primera vez
se vieron directamente uno al otro.
No se equivocó, sus ojos
si eran transparentes, pero no porque no tuviesen color pues eran grises, pero
transparentes porque le dejaron ver todo… todo el dolor, el cansancio, la desilusión
y tristeza, mucha tristeza…
Cuando abrió la boca
para preguntarle ¿por qué sus ojos mostraban todo eso? Ella volvió a darle la
espalda tan rápido que ni siquiera logró decir la primera palabra.
-Es tarde, Debes tener
paciencia para obtener las respuestas que quieres, ¿acaso no es eso lo único
que hemos tenido nosotros?
-Al menos dime ¿quién
eres?
-Quién soy ya deberías saberlo
-Si ya lo supiese no
tendría por qué preguntarte, ¿o si?
Su espalda se tenso, apretando
los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos irguió los hombros y
empezó a andar.
-Soy Kiara “caminante”... y ... también soy tu Cat.