Kiara
Si alguna vez alguien
era tan idiota como para decir que arrastrar no a una, sido a dos personas a
través de un viaje dimensional con sólo tu poder mental, a tal punto que casi
te achicharronas el cerebro en el proceso, era tan fácil que hasta un infante
psíquico lo haría… Ella iba a matarlo, muy len-ta-men-te y luego bailaría sobre
su desmembrado cuerpo o lo que quedará de él.
Lo cierto era que ni
siquiera ese dulce pensamiento era capaz de reconfortarla, ningún otro psíquico
habría logrado lo que ella esta noche, ni aun el más fuerte de los maestros.
Ella era la única con la capacidad de tele-transportar a un humano, bueno, sólo
a ese “humano”, ese chico tonto y… y…
Con un suspiro
frustrado desistió de buscarle otro nombre; jamás encontraba la palabra
correcta que lo insultara de modo que ella sintiera un poco de… ¿de que?
¿Venganza? No, no era vengarse lo que quería; querer vengarse implicaría sentir
algo por esa persona aunque ese algo sólo fuese odio, y ella por el contrario
no sentía nada hacia él, hacía mucho que había dejado de hacerlo, no cuando él
la había olvidado, no cuando se alejó de ella dejándola sola, sola para sufrir,
sola para ganar su poder con el fin de traerlo.
Sí, ella sólo lo había
traído porque era su misión en la profecía, no por ella, nunca por ella.
“Nunca
por ella”
Quizás si se lo convirtiera en su mantra personal podría
llegar a creerlo. Aquello era lo que más la enojaba, por más que se repitiera
una y otra vez que ella no tenía nada que ver con el hecho de que él estuviese
aquí, existía una cierta parte –una parte muy extraña y muy pero muy pequeña-
que le impedía aceptarlo totalmente. Igual ahora mismo no era algo que le
preocupara, no le quitaría el sueño, como ya se había dicho era una parte muyyy
pequeña, y eso era lo que importaba.
Caminando rápidamente –no
es que quisiera deshacerse de él, dejándolo atrás, no llegaría a ver el sol de
la mañana si él se quedaba solo en Tahamir- no deseaba estar a un suspiro de
distancia, no tan cerca de su cuerpo, no más de lo necesario. Sabía que para
completar su misión debía enseñarle, lo cual implicaba manteársele pegada, pero
ahora no estaban en el campo de entrenamiento así que no tenían por qué
respirar el mismo aire.
Mientras entraban a la
cueva principal; dónde ella había llevado a cabo el ritual prohibido que lo trajo;
dirigió sus pasos hacia el la fuente de agua pura. Las rocas de esta cueva proveían
al agua de un poder sanador, eran piedras sagradas para los habitantes de Tahamir
y por eso las protegían con sus vidas. Hace cientos de años, algunos seres
malvados enviados por el consejo, empezaron a rastrearlas y destruirlas, pero
aun peor, las utilizaban para traer dolor, mataban la pureza de la piedra y la
transformaban en un arma de muerte.
Necesitaban derrocar al
consejo y sólo Aideen tenía el poder para hacerlo. Él aún no lo sabía, no podía
enterarse del papel decisivo que jugaría en la guerra que se aproximaba,
primero tenía que encontrar su poder y aprender a usarlo, y no lograría hacerlo
si primero no se encontraba a sí mismo. Lo peligroso y que tenía a toda su
familia preocupada a tal punto que estaban a punto de perder la poca fe que los
mantenía luchando, era que nos les quedaba mucho tiempo, no el tiempo
suficiente para que él encontrará su espíritu. Hacía muchos años que Aideen los
había dejado, años en los que los olvidó, que la olvidó; Ahora era un chico cínico,
irresponsable, su mente estaba cerrada y no aceptaría de buena gana su
herencia, el patrimonio familiar que le había sido entregado antes de nacer.
Tenían que aprovechar el poco tiempo que les quedaba. Sus amigos ya casi lo
habían dado por todo por perdido; ella aún no, lucharía junto Aideen por que
ella creía en que si él no encontraba a su espíritu, el espíritu lo encontraría
a él. Ella tenía suficiente fe por todos. A ella ya no le importaba el Aideen
hombre, eso no quería decir que no creyera y confiará en el Aideen guerrero…
Aideen el “caminante de sueños”.
De regreso a la realidad
de la cueva, se arrodilló ante el manantial que se formaba en el suelo rocoso;
el agua azul transparente refleja el brillo de las piedras, el poder que ellas
escondían. Sacó un frasco del bolso que colgaba de su hombro y lo lleno de agua,
era un envase pequeño que llevaría la cantidad de agua suficiente por si les
surgía una emergencia, aunque ella rogaba a Dios que no llegará a suceder. Si
se veían en la penosa necesidad de hacer uso del agua, los rastreadores los encontraría,
ya que cuando el agua de las rocas sagradas era utilizada esta actuaba como un
faro de energía que los atraía. Correrían hacia ellos hambrientos del poder y
al final la misma energía del agua los llevaría a su fuente.
Tenían que evitar eso a
toda costa, aún a costa de sus vidas; menos la de Aideen, esa era la única que
no se podía perder.
-¿Dónde está Cat? ¿y tu
“amigo”? ¿Dónde está él? ¿Cómo puede dejarte sola?, yo podría atacarte, luego
ir por Cat y escapar juntos.
Se había detenido justo
detrás de ella, lo sabía antes de que preguntara. Ellos tenían una conexión extraña,
eso era algo que no entendía; por lo general los psíquicos más fuertes son
capaces de enlazarse a sus compañeros, pero ellos… ellos en primer lugar no
eran compañeros, ni lo serían, eso nunca. Y segundo, el aún no tenía nada de
poder.
Sin importar el motivo,
allí estaba esa conexión, más fuerte que cualquiera que hubiese sentido en toda
su vida, fue por eso mismo que siempre
supo donde estuvo él, sabía que la seguía con la mirada, que se acercó
sigilosamente a ella para tratar de intimidarla, lo cual era imposible, él jamás
lograría ponerle un dedo encima, era más fuerte que él y estaba entrenada en el
arte de la lucha y manejo de armas. Peor para él, eso provocaría a Aki, y
cuando Aki estaba de mal humor no había guerrero que no le temiera, ni los más
fuertes del clan se atrevía a enfrentársele.
Desconocía el motivo,
pero apenas despertó había visto molesto a Aki… es más, no creía que molesto
fuera la palabra correcta, él estaba frustrado y ese era otro estado de humor
en el que no era aconsejable acercársele.
-Si lanzas tus
preguntas más lento podré contestarlas todas – le respondió tratando de darle a
su voz un matiz despreocupado –No entiendo esa costumbre de ustedes los de la
Tierra, como si preguntar de ese modo cambiara el resultado de las respuestas.
-¿Nosotros los de la
Tierra? ¿Eres tan humana como yo? Solo existe un lugar en el que podemos estar…esa
es la Tierra… Estás más loca que una cabra o estamos en un de esos set de
películas de baja calidad que presentan por la tele en la madrugada.
Guardando nuevamente el
frasco dentro de la maleta, Kiara se levanto y se dio la vuelta quedando frente a él. Caminaba de
un lado a otro sin dejar de mirarla. Sus ojos le tiraban dardos… jaa -Como si eso fuera a intimidarla.
-No seas más tonto de
lo normal. Sí, soy humana. No, no estas en la Tierra. Y no otra vez, esta no es
una mala película, lo que quiera que sea eso, aún no he tenido tiempo de ver
una para investigar detalladamente lo que es.
-¿Qué? ¿NUNCA HAS VISTO
UNA PELICULA? O es que vives metida en
la montaña sin acceso total a la electricidad o no te han dejado salir de tu
casa en toda tu vida- Su rostro mostraba una mascara de total perplejidad –No puedo
creer que no sepas lo que es una película. El cine existe desde el siglo pasado,
pregúntale a alguien o lee un poco, yo que sé, no puedes ser tan ignorante que
no lo sepas.
-¡Basta! –le gritó-
este no es el momento indicado para explicarte porque no sé lo son las películas,
o el cine o cualquier otra tontería de ustedes- no podía creer que en la situación
en la que él se encontraba estuviera gastando el tiempo hablando de eso –Debemos
ponernos en marcha, ya deberíamos de ir en camino a Ronkak.
Ronkak, era el lugar
dónde su gente se escondía, el lugar más seguro para ellos, por el momento.
-Para responder a tus
primeras preguntas primero te diré que ni siquiera intestes enfrentarte a mí,
no si quieres mantener tus huesos juntos, además te aconsejo que no provoques a
Aki, no está en su mejor momento. “Tu” Cat se encuentra bien, Aki jamás dañaría
a una mujer indefensa, a menos que no lo provoque, es decir –vio como abría los
ojos horrorizado ante esa ultima afirmación- ella no lo provocaría ¿cierto? – preguntó
con falsa inocencia. Kiara no necesitaba su respuesta, conocía mejor que nadie
a Cat. Tal vez Cat necesitaba de un tiempo a solas con Aki, esos dos se arrancarían
los ojos con las uñas.
-No puedes dejarla con
él –frenético se acercó a ella y apunto estuvo de agárrala.
Con un movimiento
veloz, que Aideen no pudo siquiera captar, lo agarro de la muñeca y se la retorció
hacia atrás.
-Te dije que no
intentaras nada conmigo – ahora si estaba realmente enojada, ¿por qué no pudo
demostrar la misma preocupación por ella? ¿Acaso jamás le importó?
Aplicándole un último apretón
que le sirviera de recordatorio, lo soltó.
Con una mirada mordaz
se alejó tres pasos de ella. Su mirada en ningún momento abandono sus ojos.
Puede que no logrará lastimarla, en cambio usaría sus ojos como arma, la taladraría
con su mirada, imaginándose que eran cuchillos que le borraban esa sonrisa
petulante que tenía.
Aideen no era débil,
sabía pelear, era fuerte; en cambio esta pequeña chica, frágil para cualquiera
que la viera, fue capaz de detenerlo e imponerse ante él con un solo movimiento…
Rayos, que patético que era, lo había vencido con una sola mano y una chica que
es lo peor de todo. Si Cat se llegaba a
enterar de esto, tendría municiones contra él para toda una vida.
-¿Qué te retuvo tanto?
Aideen se giro para ver
a quién se dirigía ella. El bárbaro estaba de vuelta y traía un bulto en sus
brazos.
Cat… el bulto no era
otra más que Cat.
-Suelta imbécil. Si le
has hecho algo juro que te mataré.
Cuando trato de moverse
una mano le sujeto la muñeca y volvió a retorcérsela hacia la espalda.
Maldición, lo había vuelto a inmovilizar; a menos que se rompiera la muñeca no
lograría deshacer la llave.
-¿Tan rápido olvidaste
mi consejo?- le dijo ella al oído, su suave aliento acariciándole la piel
sensible del cuello.
-No provoques a Aki- le
recordó al soltarlo.
Masajeándose la muñeca,
acepto que no había forma de enfrentarse a los dos, no si quería que él y Cat
salieran ilesos.
-Entonces dile que me
la de, no quiero que la toque.
Vio como la frente de
ella se frunció y sus ojos se convirtieron en una piscina gris helada. Luego de
unos segundos, su rostro regreso a su habitual indiferencia.
-Estás muy débil para
cargarla –dijo mientras miraba como Aki sostenía a Cat con delicadeza… algo que
asustaba más que ver la expresión adusta que tenía su cara.
Kiara lo amaba, Aki era
el hermano que no tuvo y que siempre necesito. Y como lo amaba se preocupaba
por él. Necesitaba a alguien que lo comprendiese, no que le tuviese lastima,
alguien que lo quisiera, no que le temiera. Y no estaba segura de que le
hiciera algún bien acercársele a Cat. Por la cara de Aideen confirmaba que lo
mismo pensaba él. El chico no iba a permitir que la tocara más allá de ahora.
-No me importa. No
quiero que él la cargue. Si Cat se despierta en sus brazos no será responsable
de lo que ella haga- volvió a mirar fijamente a Kiara, buscando reafirma lo que
diría a continuación –Cat es propensa a reaccionar antes de pensar, no quiero
que la lastime.
-No lastimo mujeres,
aunque las malas lenguas afirmen lo contrario –Aki camino hasta parase enfrente
de Aideen –Y ya se como reacciona ella. Créeme, aunque sus puños no puedan
tocarme tiene una lengua muy creativa, hasta algo un poco divertida.
-Hijo de… -apretando y
cerrando los puños consiguió calmarse- espero que no hayas sido capaz de besarl…
-No –le respondió Aki
dejando a un lado la sonrisa picara que no había pasado de sus labios, sus ojos
no cambiaban de ese mortal azul, fría y despiadada.
¿Pero que le pasaba a
esta gente? Se preguntó Aideen, ¿No tenía ese hombre otra mirada?, si la
respuesta era no, entonces no creía que conquistase a alguna chica con esos
ojos.
-No beso a las mujeres
a la fuerza –continuó, aunque Aideen dudaba que alguna lo besara
voluntariamente –y a esta no la besaría aunque me lo pidiese, es capaz de
arrancarle la lengua a un hombre, a mi me gusta la mía donde la tengo.
-¿Qué le pasa a la
chica, Aki?- le preguntó Kiara, su voz cambiaba al dirigirse al otro hombre –¿Se
ha desmayado?
Aki desvió la mirada, si
Aideen no hubiese visto como de feroz era el hombre diría que se había ruborizado.
-No, es sólo que estaba
bastante histérica. Gritaba y maldecía con un vocabulario que no había
escuchado antes- volvió a enfrentarles la mirada –me vi en la necesidad de callarla.
-Entiendo –levantando la
mano evito que cualquiera de ellos comenzara a provocarse uno al otro. No tenía
paciencia para hacer de niñera de dos hombres adultos que se estaban
comportando como niños peleándose un juguete.
-Lo siento- dijo dirigiéndose
a Aideen –No esta lastimada. Podemos dormir a una persona tocándole un punto específico
en el cuerpo. La despertaremos cuando estemos en un territorio más seguro. Aki
hizo lo correcto, yo misma lo habría hecho, no podemos atraer la atención a
este lugar, sin duda sus gritos llamarían a las bestias de los rastreadores.
Mirando detenidamente a
Cat, notó una molesta sensación en el pecho. Esa chica era ella, y ella era la
chica. Entre más pronto le pudiese explicar a Aideen lo que estaba sucediendo,
solo contarle lo esencial de su papel en Tahamir, pronto podrían ponerle fin a
la oscuridad que estaba cubriendo su mundo.
-Los seguiré a dónde
nos lleven –prometió. Como si tuviese
opción, pensó Kiara, pero no lo diría en voz alta, mejor sería si él sentía
que tenia una posibilidad – pero sólo si yo tengo a Cat.
Con un cansado suspiró,
asintió en señal a Aki para que le entregase a la chica. Ella ya sabía que no
podría con su peso, no porque él no tuviera la capacidad sino porque su cuerpo estaba
aún recuperándose del viaje, aun tenía que acostumbrase a las diferencias que
tenía Tahamir con la Tierra. Si él quería avergonzarse ella lo dejaría por que
aún lo conocía a cierto nivel, el no cambiaría en ese aspecto por mucho años
que hubieran pasado.
Siguiendo sus indicaciones,
Aki acerco el cuerpo de la chica a los brazos de Aideen; depositándola lentamente
y con suavidad.
No había soltado aun el
peso completo en los brazos del otro hombre, cuando las rodillas le temblaron y
empezaron a fallarle. Con rapidez Aki tomó nuevamente de vuelta todo el peso evitando
así que Aideen terminara en el suelo.
Sintiendo algo de pena
por él, pudo ver como el rostro se le ponía tan rojo que parecía que no le
llegase oxigeno al cerebro. Ella había sabido que eso sucedería, aun no tenia
las suficientes fuerzas, él también lo había sabio; era tan terco como lo
recordaba. Quitó la mirada antes de que llegase a avergonzarlo más, al fin al
cabo era un hombre y a que hombre le gustaba avergonzarse, más uno tan
orgulloso como ese.
Aki era un guerrero y
como tal reconocía la fuerza y en el coraje en Aideen, era un guerrero
reconociendo a otro. Fue más valiente que Kiara y le mantuvo la mirada sin
perder el papel de hombre sanguinario y mortal que le hacía creer a todos. Ok,
hay que aceptarlo, el hombre era sanguinario y mortal, pero también sabía ser
tierno, sólo había que ser lo suficientemente valiente como para arriesgarse a
encontrar esa parte que él se esmeraba por esconder.
-Aún no te has
recuperado, hombre. No la voy a lastimar, no más de lo que ella soportaría –le dijo
con una aterrorizante sonrisa- espera a que tus fuerzas regresen y te la daré.
Aceptando que Aki tenía
razón y que por el momento Cat no estaba en peligro, no mientras él pudiese
verla, se irguió totalmente. Se había avergonzado frente a sus captores, pero
que lo azotaran se volvía a ocurrir, al menos no tan pronto. Cierto, se sentía bastante
débil, para describirlo lo mejor –sentía sus músculos como la papilla que comía
su abuelo. No podía permitir que ellos supieran cuanto, tenían que escapar.
No entendía de qué carajo hablaban, ¿Kirara? ¿Rankok? ¿Tahamir?, ¿que demonios eran todas esas cosas? No
tenía la menor idea de quienes eran estos tipos. El hombre tenía la espalda
marcada de horribles cicatrices, tenía cara de querer matar a alguien en los próximos
minutos y pues la chica… la chica era una copia casi idéntica a Cat, eso era lo
que más lo asustaba… ¿por qué era así? Vaya usted a saberlo. Lo que él si sabía
era que para escapar de allí tenía que hacerles creer que todo iría como ellos
creían. Sólo esperaba que Cat no demorara en despertar y que estuviese lo
suficientemente fuerte para hacerlo.
Pronto… pronto él se
recuperaría, apenas fuera así tomaría a Cat y se irían lo más lejos posible de
esos locos.
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