Capítulo 02

martes, 27 de marzo de 2012



CAPÍTULO 02


Aideen


El incesante correr de agua lo sacó de agujero oscuro en el que se encontraba. Su mente embotada no registraba más que el relajante sonido del agua. No estaba muy seguro si su mente le jugaba otra ronda de tranquilos y apacibles sueños o muy por el contrario,  horribles y espantosas pesadillas. Sus amaneceres tenían una rutina diaria, levantarse sudando con las sabanas enrolladas a sus puertas y agarrando la cama como si se le fuera la vida en ello, o con el cuerpo relajado y una sonrisa en los labios que desaparecía en cuanto se daba cuenta de dónde realmente estaba.

Fuese cualquiera de esas opciones estaba siendo muy real en este momento. El agua que corría posiblemente era un arrollo, el sonido era bajo lo que quería decir que la corriente no era fuerte, pero lo desconcertante era que en esta ocasión el sonido se escuchaba demasiado cerca. En cualquiera de sus sueños siempre estaba lejos del agua, por alguna razón le temía, siempre le había temido y dudaba que eso hubiera cambiado de un día para otro. Peor aún es que no era lo único que lo hacia sentirse fuera de un sueño; la superficie en la que estaba acostado era dura y fría y demasiado real para sus sentidos.

Lo mejor sería seguir enfocándose en el agua, tal vez le ayudara a relajarse lo suficiente como para que le trajera seguridad a su mente y esta terminará de despejarse.
Siip… Tendría que hacer otra búsqueda en “Google”, y esta vez no leer sólo por encimita. Tendría que ir buscando una manera de poder salirse de sus sueños, quizás si aprenderá a despertarse cuando quisiera no tendría tantos problemas para irse a dormir.

A medida que el agua seguía corriendo, se sintió lo suficientemente despejado como para atreverse a abrir los ojos. No recordaba exactamente que había pasado antes de que se quedara dormido, ni siquiera podía afirmar como había llegado a su cuarto, si es que estaba en su cuarto.

Ay Dios mío, que estuviese en su casa al menos, por favor…

Lentamente y sin mover ningún otro musculo de su cuerpo abrió los ojos. Nada más ver lo que estaba sobre él, sintió un escalofrió en todo el cuerpo. Se quedo congelado, un miedo frío empezó a recorrerle desde la punta de los pies y subiendo poco a poco hasta la cabeza.

Ayy Dios mío. No, no estaba ni siquiera en su casa…

No, no… Esto no podía ser real, nunca había sido demasiado devoto de ir a la iglesia diariamente, ni siquiera por semana, es más, no podía recordar cuando fue la ultima vez que asistió a una. Pero lo que si recordaba a detalle era que jamás, pero jamás, había estado en un lugar como este, aún en ninguno de sus sueños.

Lentamente y con temor de que no estuviera solo, movió la cabeza; primero a la derecha. Bieennn… otra pared rocosa como la que tenía sobre la cabeza, a diferencia que esta no tenía un par de estalactitas que colgaba por encima de él y que pareciera que en cualquier momento se destrabarían y se le clavarían terminando así con su muy corta vida. O bueno, ahora mismo la idea no le parece tan mal, quizás esa fuera la manera de que todo esto desapareciera y volviese a su muy normal y corta vida….

Vamos Aideen, nunca has sido un cobarde que huye a la primera, tal vez si a la segunda, pero nunca a la primera… Si esto era tan real como se sentía y se veía, entonces también tendría que haber una manera de escaparse ¿no?

Girando la cabeza ahora hacia la izquierda se quedo pasmado ante lo que vio.

Ahora sabía de donde provenía el sonido del agua. Esta salía de un grupo de rocas agrupadas de un diseño artístico que solo la naturaleza por sí misma podría lograr. Las rocas eran de un tamaño considerablemente grande, pero brillaban con una tenue luz doradas, parecían están bañadas en escarcha que hacia un juego de tragaluces al reflejar el agua que se empozaba debajo de ellas. El agua caía en una mini cascada hacia una piscina debajo cavada en el suelo. Él estaba acostado en lo que parecía ser un suelo también de rocas, pero estas no brillaban, eran iguales a la pared derecha y al techo. Así que supuso que el fondo de la piscina debía ser del mismo material de las rocas brillantes, ya que el agua emitía pequeños destellos de luces que eran  atrapadas y reflejas por las rocas brillantes.

Había una sola palabra para describir lo que veían sus ojos… “Maravilloso”…

Estaba tan perdido contemplando la pequeña fuente de agua natural que no se dio cuenta de que no estaba solo. Un leve ruido, parecido a un gemido, le devolvió abruptamente todo el miedo que la luz del agua se había llevado.

Otra vez el gemido se repitió, se escuchaba igual a cuando alguien se quejaba por un golpe. Él conocía muy bien ese sonido, eran los mismo que hacia luego de que la pandilla de la escuela lo golpeará, pero no volvería a pasar, ninguno de esos idiotas lo volvió a tocar desde que les mostro que nunca más dejaría que lo lastimaran, desde entonces él era al que le temían, a diferencia de que no golpeaba inocentes ni débiles, en realidad no golpeaba a nadie ya que no se atrevían a meterse con él desde quinto de primaria. Hacerse con un nombre desde temprana edad siempre aseguraba que no se metieran contigo en el futuro.

Moviéndose poco a poco logro al fin ponerse de pie, tenía que salir de allí por el mismo. Hizo una rápida revisión de su cuerpo, asegurándose de que todo estuviese en el lugar correcto. Ok… No tenía una sola gota de sangre, ni un rasguño; ¿entonces por qué se sentía como si se hubiese estrellado en su bicicleta contra el camión de los helados?

Demonios, le dolían todos los músculos, estaba descubriendo que tenía más de los que creía. Aunque por primera vez en mucho años, su mente estaba totalmente en paz, nada de recuerdos nebulosos ni pensamientos incoherentes, solo él…

Paso a paso se dirigió hacia dónde había escuchado el gemido. A no más de cuatro metros de dónde él había despertado y de lo que suponía debía ser una cueva, estaba una bifurcación. Se detuvo a esperar u rogar que quien estuviese herido se volviese a lamentar, de modo que pudiese identificar que camino escoger. No importaba cómo y por qué razón estaba allí, lo único importante era escapar y llevarse con él a quien pudiese ayudar.

Siempre jugaba a hacerse al héroe, pero maldita sea si alguna vez pensó que llegaría el día en que tuviera que luchar por serlo.

Y allí estaba lo que había esperado; otro gemido aunque tan bajo que apenas logró escucharlo. Venia del de la derecha, lo que indicaba que allí era donde se encontraba el dueño del gemido.

¿Por qué sería que todo es siempre por la derecha? Con un suave suspiro se dirigió hacia dónde lo llevara el camino…

No había dado ni diez pasos cuando vio que al final había otra cueva, esta estaba más iluminada que el a que él había estado, solo que en esta se encontraban dos personas. Una de ellas, que parecía ser mujer por el largo cabello blanco que caía sobre la roca en la cual estaba acostada, y el otro un hombre; sin duda se reconocería nada más verle el cuerpo, la ancha espalda desnuda y cubierta por un manto de cicatrices.

Auchhh… Eso tendría que haberle dolido como los mil demonios.

El hombre de la escalofriante espalda, se inclinaba por encima del otro cuerpo impidiéndole a Aideen ver más de la mujer. A penas si lograba divisar las delgadas y cortas piernas embotadas en lo que parecían ser pantalones y botas de cuero, el mismo atuendo que lucia el hombre.

¿Serían estos sus secuestradores? No había visto la cara del hombre, pero por la altura y las feas cicatrices que tenía debía de ser malo, muy malo…

Vamos Aidenn, no importa que tan malo luzca, debe de serlo también para que se haya ganado esas cicatrices, además sea quien sea debes marcharte de aquí.

Sip, eso era lo que tenía que hacer, escapar de la forma que fuera. La chica debía ser otra victima también, su cuerpo se estremecía; el hombre ese la tenía agarrada de los hombros luchando para que dejara de moverse. Una vez había visto a uno de sus compañeros sufrir un ataque epiléptico y juraría que lo que estaba teniendo esa mujer era lo mismo.

Segundos después de que pasará el ataque, el cuerpo le quedo laxo y desmadejado encima de lo que a Aideen le parecía ser una cama hecha de piedra; una sola piedra lo suficientemente grande y plana en la parte alta para que sostuviera el cuerpo entero de la mujer.

El hombre o que fuera esa masa de cicatrices se  dio la vuelta, agachándose para recoger algo del suelo cuando dirigió su mirada justo hacia el lugar donde Aideen estaba.

Maldición, sería tan bruto él que no se le ocurrió esconderse. Se retaron uno al otro con la mirada, la verde de él contra la azul hielo del otro.

Sus ojos eran escalofriantes, su mirada era de hielo, verla directamente le hacia sentir como si quisiera congelarlo y matarlo al mismo tiempo. Sintiendo un temor que jamás había conocido en su vida, aparto bruscamente la mirada, huyendo de ese mortal azul. Sabía que el hombre lo seguía mirando, sentía que le lanzaba puñales solo con los ojos. Buscando una salida recorrió a velocidad la cueva completa.

Joder, esto no podía ser… No había ni una sola grita por la que escurrirse. Sin más idea que la de empezar a retroceder, regreso su mirada a la mujer mientras daba un paso hacia atrás cuando con horro reconoció a la figura acostada.

Nooo, Cat, la mujer era cat.

Al reconocerla volvieron sus últimos recuerdos en una ola gigantesca de imágenes, la fiesta, los chicos bailando y sobándose mientras se absorbían las lenguas, el vaso de vodka, Cat sacándolo de la fiesta por venia la policía, Cat llevándolo a ese oscuro parque, el horrible dolor de cabeza, Cat tratando de ayudarlo…. Cat… no Cat…

¿Qué le había hecho? Sus espantados y cortos rizos ya no existían, en su lugar tenía unos lisos y largos cabellos, blancos cabellos.

A medida que su cabeza se adaptaba a los recuerdos, se fue acercando a paso de tortuga hacia Cat, sus piernas no querían obedecerle, su mente no quería aceptar lo que le había hecho a su Cat. No la había protegido, la había defraudado a ella también.

Justo creía que podría tocarlo una pálida mano le aferro la muñeca, llevándole el brazo hacia la espalda y haciéndole un zancadilla que lo tiro al suelo.

-Maldito seas desgraciado, suéltame hijo de puta- lo tenía sepultado en el suelo, con una rodilla sobre la espalda para impedirle moverse. Le retoría el brazo con tan fuerza que sentía que demoraría en partirle el hueso – Suéltame bestia, desgraciado monstro- Si no podía defenderse con su cuerpo al menos su sucia boca le daría algún alivio, por poco que este fuera era mejor que soportarlo cayado.

-¿Aki?

Una suave voz se hizo levantar por encima del estruendo que hacían las melodiosas palabras que salían de la boca de Aideen.

Dios, era hermosa, el blanco cabello le rodeaba el rostro como una luz espectral atrayendo la mirada hacia sus ojos; ojos tan grises que parecían transparentes. Espera… ¿Grises?

-¿Cat?- ¿Acaso su garganta estaba tan rasposa como se sentía?- ¿Cat eres tú?

Cat o la chica que para él era Cat, lo miró sin mirarlo realmente.

-¿Aki?

-Aquí estoy preciosa. Jamás te he dejado- dijo el bárbaro que aun lo mantenía apostado al suelo.

¿Aki? Así que tenía nombre después de todo. Y el que pensaba que solo sería “Mr. cicatrices”

-¿Qué sucedió Aki? ¿Dónde estamos? ¿Quién ese ese hombre? ¿Por qué lo tienes agarrado?

-Tranquila- le respondió Conan el bárbaro con una voz que nunca le hubiese asociado –Responderé a todas tus preguntas si solo las disparas más despacio.

-Lo siento- dijo la chica mientras se volvía a recostar y dirigía la mirada nuevamente hacia Aideen. Esta vez pareció que si lo vio en realidad y no a través de él.

-Tú… Eres tú –gritó al tiempo que se levanta tan rápidamente que no podría decir en que momento estaba acostada y en que otro había arrojado a Conan y lo levantaba a él sobre sus pies. Su toque era suave como la ceda, sus delicados dedos recorrieran inquietos sus brazos y pecho, terminando finalmente sobre su cara.

Al notar como Aideen tembló ante su contacto se detuvo, al fin dándose cuenta de lo que había hecho. Sus mejillas adquirieron un tono rojo carmesí comparables a una quemadura que se adquiere bajo varias horas al sol, la palidez de su piel era tan notable que cualquier cambio de color parecía una quemada.

-Lo… lo siento- No lo miraba a la cara así que no podía decir si se estaba disculpando con él o con quien ella llamaba Aki por haberlo golpeado.

-Aki, ¿Por qué lo estabas lastimando? ¿A caso no sabes quién es él?

¿Qué si no sabia quién era él? Así que ellos sabían quién era. Espera… ¿Ellos? Eso quiere decir que los dos eran los responsables de que estuviera allí. Pero ella era… ¿Cat?

-¿Cat?- preguntó con una voz que ni él mismo reconocía.

-¿Cat?- le respondió con la misma pregunta.

En realidad no sabía o era tan buena actriz que se ganaba el oscar.

-Te pareces tanto a ella que juraría que eres ella, pero al mismo tiempo eres tan diferente que sé que no lo eres- esto ultimo que dijo fue tan idiota que si pudiera en mismo se patearía si pudiera.

-¿Así que la Kirara es Cat?- Afirmó más que preguntó el bárbaro dirigiéndose por primera vez a él.

-No sé quien diablos es Kirara, pero si le has hecho algo a Cat…

-¿Qué me harías? Hasta el momento ni siquiera pudiste defenderte- le interrumpió haciéndole sentirse como un imbécil ante lo obvio. Cierto, había perdido y no tenía excusa, su mente en ese momento solo pensaba en Cat.

-¡Basta! –Cat, pero que no era Cat se interpuso entre los dos hombres listo a para la segunda ronda – Ahora no es momento para esto.

Farfullando y murmurando sobre los hombres y sus tontos instintos se dio la vuelta para recoger el bolso de cuero sobro el cual momentos antes Aki había estado.

-Aki, llévame a esa Cat. Esto no formaba parte del plan, pero por ahora no hay vuelta a tras- dijo mirándolo fijamente. A pesar de que era por lo menos cabeza y media más baja que él se le enfrentaba como si fuesen del mismo tamaño.

-Como quieras hermana, pero has de saber que esto no traerá nada bueno. Esa mujer no me agrada, mi espíritu me dice que traerá más problemas que otra cosa y sabes que él nunca me falla.

La chica no le contesto, se limitó a seguirlo sin prestar atención a ninguna de sus palabras, confiaba en el juicio de él sobre todas las cosas, pero esta vez sentía que se iba a llevar una sorpresa por primera vez en su vida.

-¿No vienes? –dijo a Aideen sin siquiera darle una mirada, no se atrevía a mirarlo, no en este momento que aún estaba tan débil.

-¿Ir a dónde? –demandó él –Nos han secuestrado a mi amiga y a mí, ¿Por qué debería ir con ustedes a algún lugar? –no quería gritarle, algo en sí mismo no quería hacerlo, pero no podía evitarlo.

-Responderé a tus preguntas a su debido tiempo, pero ahora mismo debemos ir por tu amiga y marcharnos lo más rápido posible- aún le daba la espalda – estamos solos y este lugar no será seguro por mucho tiempo. Tienes que confiar en mí, jamás te haríamos daño, no después de lo que hemos esperado; si no confías en mí al menos confía en eso.

-Mírame- al ver que ella no se daba la vuelta, levanto un poco más la voz, dándole a entender que no estaba dispuesto a ceder, no en eso- Mírame, tan siquiera dame eso.
Al parecer esas últimas palabras significaban algo para ella, porque se dio la vuelta y por primera vez se vieron directamente uno al otro.

No se equivocó, sus ojos si eran transparentes, pero no porque no tuviesen color pues eran grises, pero transparentes porque le dejaron ver todo… todo el dolor, el cansancio, la desilusión y tristeza, mucha tristeza…

Cuando abrió la boca para preguntarle ¿por qué sus ojos mostraban todo eso? Ella volvió a darle la espalda tan rápido que ni siquiera logró decir la primera palabra.

-Es tarde, Debes tener paciencia para obtener las respuestas que quieres, ¿acaso no es eso lo único que hemos tenido nosotros?

-Al menos dime ¿quién eres?

-Quién soy ya deberías saberlo

-Si ya lo supiese no tendría por qué preguntarte, ¿o si?

Su espalda se tenso, apretando los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos irguió los hombros y empezó a andar.

-Soy Kiara “caminante”... y ... también soy tu Cat.

0 comentarios:

Publicar un comentario