Capítulo 01 - Aideen

lunes, 26 de marzo de 2012


CAPÍTULO 01 



AIDEEN 


El ensordecedor estruendo de la música le hacía imposible escucharla, sólo le veía hacer señas con las manos tratando de llamar su atención hacia dónde ella estaba. 

Demonios, si sólo recordará por qué motivo logró convencerme para que me tomara ese vaso de vodka, estaría seguro de abandonar mi fiel salvavidas. Aún no puedo creer que ese sólo vaso me revolviera tanto el estómago, es como si se estuviese realizando un torneo de lucha libre en mis tripas. 

Al levantar de nuevo la mirada y dirigirla hacia la salida trasera del patio ve que ella se ha ido, al parecer sus gritos y señas no la llevaron a ningún lugar, tal vez regreso dentro de la casa o mejor aún, fue de sobra más inteligente que él y decidió escabullirse sin esperarlo. No, está totalmente seguro que eso último no lo haría, o al menos quiere creerlo. Se conocen de toda la vida, hacían pasteles de lodo juntos, entraron a su primer día de escuela de la mano, perdieron sus dientes al mismo tiempo, es más puede apostarse su dinero del mes a que hasta tuvieron su primer beso entre ellos. Bueno, en realidad mejor no apuesta nada, de por sí no verá si quiera ese dinero después que descubran dónde ha estado hoy y además no puede recordar si ese beso fue real o uno de sus locos sueños; la única forma de comprobarlo es preguntándole a ella y nada más pensar en hacerlo hace que sus nauseas vuelvan. No, mejor volver a replegar eso al rincón más apartado de su mente, allí dónde ha acumulado gran parte de su vida nocturna, esa que sólo llega cuando él sueña y de la que casi nunca se acuerda. 

Tratando de calmar las ganas de vomitar que tiene hace buen rato, se levanta de un sobresalto al sentir que le apoyan una mano en el hombro. 

Maldición, tan seguro que estaba sentado en las escaleras del mirador, lo más probable es que ahora si no pueda contener las ganas de vomitar y termine bañando a quien haya tenido la triste fortuna de alejarlo de su salvavidas. 

-¡Olé chico! Quieto allí, tienes cara de querer devolverme amablemente aquel vasito que te regale- dice mientras le pasa el brazo por la cintura. 

Sip, era ella, y había tenido la razón, no se iría sin él. Cualquiera que los mirase en ese momento pensaría que era un simple abrazo entre novios, pero esto era lo último que él pensaría. Primero porque ella jamás se le ha acercado en esa forma, segundo, sólo pensarlo le hacía sentir como si cometiera incesto y tercero pero el más importante en ese momento, lo estaba abrazando por el simple hecho de que los demás no se dieran cuenta de lo perdedor que él era al aflojárseles las piernas con un solo trago. 

-Oh, ¿en serio?, pues yo diría que si estoy así es por culpa de ese “vasito” que me regalaste- le reprochó mientras se apoyaba más en ella –Sabes muy bien que de pequeño no tenía nada, además estas pegada a mí como una lapa así que no tienes excusas de ignorar que no estoy acostumbrado a algo tan fuerte. 

Al terminar la frase notó como su cuerpo se tensaba y enseguida sientió un picor en el pecho, cosa que no tenía nada que ver con el famoso trago. “Sip, la he cagado”; que este medio borracho no es culpa sólo de ella, él pudo haber dicho que no, pero como siempre no podía perder una apuesta contra ella. 

-Mira… lo siento ¿sí?- No estaba muy seguro de que decirle, es la primera vez que le da a entender sin querer que es su único amigo. No tiene excusa pues ella también lo es para él. Es sólo que ahora mismo tenía desactivado el filtro de su cabeza. 

-No tienes que decir nada, sé muy bien que es el vodka quien está hablando ahora mismo, y sí que lo notó, te sale con cada respiración. Y vaya chico, que mañana tendrás un aliento de Dragón y no precisamente de los que echa fuego. 

-Si bueno, ¿quién será el que lo llamó?- respondió tratando de bromear torpemente, para dar por terminado el momento de incomodidad, aunque no podría olvidarlo, tendría que disculparse seriamente con ella cuando estuvierá totalmente de vuelta en su propio cuerpo, y claro, hacerlo aunque ella no quisiera, cosa que es típico en ella. 

-Mmm, ¿llamarlo?, yo sólo le di la gasolina –sigue la broma riéndose un poquito- en fin, no es eso por lo que estoy aquí. Veras estaba sentada en el balcón del segundo piso, hablando con ese chico que siempre se sienta en la última fila y que casi nadie conoce. Ya sabes, ese que hace años también era nuestro amigo y… 

-Sí, sí, sé muy bien quién es, pero lo que no sé es que qué viene al caso- Cómo podría olvidarlo, fue su garra durante su primer año en la primaria. En ese tiempo eran tres para arriba y para abajo, se consideraban los tres mosqueteros hasta que se metió con lo que él más quería en ese momento, bueno y que aún quería, y eso… eso un hombre no lo podía olvidar. Por eso no deseaba seguir hablando de ese mismo chico –Ve al grano quieres .Estoy bastante mareado, no puedo asegurarte cuánto tiempo más podre reteniendo el contenido de mi estómago y ninguno de los dos queremos eso ¿verdad? 

-Olé, aquí vamos de nuevo Dragón, calma ese rugido, ¿no ves que soy tu salvadora? 

Sin prestarle mucha atención a lo que decía, enfocó bien la mirada para darse cuenta hacia dónde se dirigían. Ya habían llegado a su auto. Vaya ¿cómo logró caminar tanto sin darse cuenta? Debe estar más borracho de lo que creía sino se habría dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor. 

-¿Salvadora? Jaa. Mi único salvavidas era esa escalera en la que estaba cómodamente sentado; al menos allí no me dolía la cabeza como si quisiera estallarme. 

-Si pues, no seas llorica, que he salvado tu arrogante culo- le dice mientras lo ayuda a subirse al auto para luego sentarse ella ante el volante- Sé que mañana te enojaras, pero por hoy este auto es mío, no quiero morir tan joven y menos porque un ebrio haya hecho que nos estrelláramos contra el poste más cercano. Aún soy virgen ¿sabes?, no puedo morirme así. 

-Aggg… Porque tenías que decir eso, no era algo que necesitará saber- aunque cuando estuviera sobrio y lo pensará mejor no tendría duda de que siempre lo había sabido. Estaba con ella todos los días, eran como siameses pegados uno al otro sin querer, así que si hubiese conocido un chico lo suficiente como para intimar a ese punto, él debería saberlo. Pero por el momento no quería pensarlo, ya tenía suficientes nauseas como para tirarle más leña al fuego. 

-Vaya lo siento, no sabía que fueras tan delicado. Ahh, ya entiendo, como pude olvidarlo, estas tan ebrio como una cuba y lo peor es que con un solo vaso. Nunca creí que fueras tan quejica. ¡Agáchate! – le empuja la espalda con una mano, provocando así que las ganas de vomitar regresar con la fuerza de un tsunami, llevándose consigo todo a su alrededor. 

-Y no te atrevas a vomitar ahora- le advierte presionándole a mantener la cabeza recostada contra sus rodillas – elegirías el peor momento. 

Luego de unos segundos quita la presión de su mano sobre la espalda. 

-¿Pero qué demonios…?- le reprocha volviendo a colocar la espalda contra el asiento. 

-Mira hacia la casa de Alaina. 

Sin esperar a que se lo diga dos veces, voltea la cabeza y se sorprende ante lo que ve. 

-¡Mierda! De la que nos hemos salvado- le dice dándole lo que cree que es una sonrisa, eso si la mueca que sus labios pueden producir en estos momentos se puede considerar una sonrisa - ¿Lo sabias cierto? ¿Por eso me sacaste de la casa cuando apenas si es media noche? 

-Te lo dije. Soy más inteligente que tú. Además como te estaba diciendo justo antes de que te hicieras al sabelotodo; estaba sentada en el balcón con ese chico que tú conoces, y antes que me vuelvas a interrumpir –el chico que ya sabes quién es-, cuando mire hacia la parte baja de la colina y vi las luces de las patrullas venir en dirección hacia la casa. Debió ser uno de los vecinos que llamará, ya sabes, el dinero de Alaina no puede callarlos a todos. 

Mientras ella arrancaba el auto y lo ponía en marcha, se perdió momentáneamente en sus recuerdos, ¿Cuando fue que Alaina se convirtió en la Chica que es ahora? Bueno en realidad siempre fue hermosa, pero ahora esa belleza se ha transformado en algo más. Tal vez sea esa personalidad que otros considerarían un poco malvada, pero que él estaba seguro que era sólo una capa con la que se protegía, pues necesitaba a alguien, y siempre había pensado que si ese alguien fuera él ella cambiaría. Y bueno, también creía que las ranas podrían volar. 

-Entonces te debo las gracias ¿cierto? , pero te quedarás esperándolas. Me las debías, ese vaso de vodka me tiene las tripas revueltas y es como si tuviera a una banda de rock tocando en mi cabeza. Así que con eso estamos a mano. 

-No creo que aún estemos a mano. En primer lugar no te apunte con una pistola para que te lo bebieras y aún más importante no fue mía la estúpida idea de venir a esta fiesta. ¿En que estabas pensando? Qué vendrías y le dirías… Alaina, ahora que nos hemos graduado podemos casarnos y llenarnos de mocosos, vivir felices como lombrices, y que después de darte el sí te la podrías tirar al fin para poder empezar con los mocosos. 

-Eres una imbécil si crees que por eso insistí en que viniéramos. Simplemente no lo entenderías- Aunque la idea de tirársela no estaba mal. NO, no, rayos él no era como esos chicos que sólo pensaban en sexo, a él le gustaba Alaina para algo más, aunque si incluyese el sexo no estaría tampoco mal. Oh vamos, al fin y al cabo era un chico ¿no? 

Se quedó cayada, pensativa y ese silencio era un poco preocupante; ella no sería jamás una chica tímida y cayada. No sabía que le preocupada más, que no hablará o verla tan reflexiva. 

-Oye… 

-Creo que estas aquí por la Alaina con la que sueñas –le interrumpió- Sé que ella se aparece en tus sueños, pero no crees que eso se debe a que no dejas de pensar en ella y por lo mismo te has creado una imagen que no existe. La Alaina de la que me cuentas no se parece en nada a la real. 

En eso ella estaba en lo correcto, sólo que no era Alaina a la que él veía o mejor dicho no la veía, creía que era ella porque cuando estaba cerca sentía una atracción inexplicable lo mismo que le sucedía cuando soñaba. Por eso mismo tenía la idea de que debían ser las mismas. Quizás le estaba dando muchas vueltas al asunto y por eso tenía esos sueños extraños; su voz llamándole y diciéndole que fuera a ella. Si, debía ser eso, además ya lo busco en “Google”. El ser humano normalmente sueña con los sucesos que han estado poblando su mente durante el trascurso de día. Sí, con esa explicación le bastaba. Por el momento. 

-¿Y por eso mismo no crees que era mejor resolverlo con ella? En fin no me respondas que ya conozco de mano tu respuesta- le paró levantando una mano cuando vio que hacia amago de hablar- Además sigue sin ser la razón verdadera de porque vine. Solo lo sentí ¿sabes? 

A parte de eso no le podía decir que llevaba horas escuchando en su mente que alguien lo llamaba, pero no sabía dónde especialmente, por eso al principio pensó que sería a la fiesta. Sin embargo acaba de comprobar una vez más lo equivocado que estaba. Ya iba siendo hora que visitará al psiquiatra, eso de escuchar voces en la cabeza era de locos, lo peor es que lo más loco no era escucharlas sino seguirlas. Como una vez dijo su profesor de psicología: “¡Quieren saber cómo se reconocer un psicótico de un neurótico? Pues que neurótico hace castillos en el cielo, sin embargo el sicótico agarra sus maletas y se va a vivir allá”. 

Siii, sin dudas él estaba empacando sus maletas para irse a vivir al castillo del neurótico. 

-En fin, ¿a dónde me llevas? Que yo sepa este no es el camino a mi casa ni a la tuya ¿no? 

-Como bromista te morirías de hambre, mejor ni le intentes meter curriculum. Soy tu vecina y sé muy bien qué camino seguir si fuera a llevarnos a casa. 

-Sea como sea, mejor te das varias vueltas por algún lado. No creo que mis padres estén muy contentos al verme con estas pintas. No todos tenemos el privilegio de vivir mejor dicho solos…- No había terminado de decirlo cuando vio como sus ojos decayeron, diablos era la segunda vez en una noche. 

-Lo siento de nuevo… 

-No digas más, por algún lugar escuche que los borrachos siempre dicen la verdad así que no hay porque sentirse mal. 

Auch, ahora lo hizo sentir peor. 

-Bueno, tal vez sea cierto sólo si estuviese completamente borracho, lo cual quiere decir que simplemente el alcohol me está impidiendo pensar con coherencia, no hagas caso a nada de lo que diga hoy- le respondió poniendo su mano izquierda sobre su hombro. 

-A ver, que tal si me dices a dónde me estas secuestrado ¿ahh? 

-¿En realidad no lo sabes? ¿No recuerdas estas calles? 

Realmente no, no tenía idea de lo que hablaba, las calles a estas horas están siempre muy solitarias, y por como se ve este barriada no es para menos. Las casas se veía un poco viejas y desvanecidas. 

-No parece ser muy seguro andar por aquí a estas horas Cat. Creo que es mejor que des la vuelta. 

Cat, su compañera de juegos en la infancia, su confidente de adolescencia, su amiga de toda la vida. La chica que lo siempre lo seguía sin importar dónde fueran, la chica por la que una vez suspiró, pero que ahora veía esa vez como el recuerdo de un sueño. Fueron unos extraños días en las que tuvo sentimientos confundidos por ella, por eso creía si se habían dado su primer beso. Tenía un vago recuerdo de haberla besado, pero era tan borroso que llego a entender que nunca ocurrió en realidad y fue allí cuando murieron esos sentimientos desconcertantes. 

Siempre había sido sólo su amiga, eso nunca cambiaría. 

-Deja de ser tan quejica- lo acusó mientras detenía el auto frente a un parque rodeado de un conjunto de árboles. 

Se veía oscuro y tenebroso. Las ramas de los árboles los hacían parecer monstruoso gigantes con enormes brazos que se mecían de un lado para el otro, como vigilantes blandiendo sus armas para proteger la entrada de un lugar prohibido. 

-¿Cat? ¿Qué demonios hacemos aquí? 

-Chico, ¿te he dicho que tienes una boca muy sucia? 

-Mira quién lo dice, si todo las bellas palabras que sé las he aprendido de ti- le dice al tiempo que la ve bajar del auto. 

-Hey, hey, ¿a dónde crees que vas? Este lugar no me da buena espina Cat- No iba a pasar nada bueno, lo que más temía era no poder ser de gran ayuda si algo pasaba, su cabeza dolía horriblemente, sentía que se hacía más grande con cada segundo que pasaba. La voz en su cabeza se había apagado cuando se alejaron de la fiesta, pero ahora estaba de vuelta con mayor intensidad. Ya no era un bajo murmullo, ahora le llamaba a gritos, aporreando su cabeza como si fuera una batería. 

-¡Cat! deja de jugar, ya no somos unos niños para jugar a ver quién se arriesga más. Esta demasiado oscuro, y la casa más cercana se ve que está vacía. No hay ni un alma cerca que nos pueda ayudar si algo nos sucede. 

-¿Desde cuando eres tan niña? Al parecer tendré que hacer tu papel y ser la valiente. Sólo quería venir por un rato, no se ha que tanto le temes, estamos en un barrio seguro. ¿Ves?- señala las lámparas que alumbran algunas casas a poca distancia. 

-Sí, pero no están tan cerca, si das un grito ni siquiera se darían cuenta- No sabía por qué estaba siendo tan miedoso. Anteriormente siempre había sido el valiente, el que jugaba a ser el héroe y hacía que se metieran en situaciones riesgosas, pero hoy no se sientía así, todo lo contrario, esta noche se sentía débil, tan débil como sería un bebe. Extraño… 

-Tranquilo Chico, hay un guardia de seguridad que da la ronda cada quince minutos, además están los vecinos vigilantes, eso que tiene la mayoría de los barrios seguros, ¿conoces el término cierto? Tal vez te parezca un barrio poco pintoresco de noche, pero no has visto como de vivo se ve de día. 

-Y eso lo sabes ¿por qué?- le preguntó sarcásticamente pues no le interesaba si es seguro o no, sólo sentía que debía irse ya mismo. 

-Vengo todas las semanas. Me gusta este lugar, conozco al guardia de seguridad por eso estamos aquí, él me da permiso de quedarme el rato que desee y… me sé sus horarios de ronda por eso casi nunca me topo con el de noche. 

-¿Y eso que tiene que ver con que estemos ahora mismos aquí?- no quería estar en este lugar, no esta noche ni ninguna otra, menos le gustaba la idea de que ella viniese sola, pero menos decírselo de modo que la llevará a retarle a quedarse- Si tanto te gusta ven sola otro día, pero no me arrastres contigo… Ah, y si vienes por favor no seas tan inmadura y ven de día- lo último lo dijo porque jamás se perdonaría si le pasara algo. 

-¿Inmadura ah? Pues yo no soy la que está sentada dentro del auto temblando como una hoja y aferrándome a la silla como si fueran las faldas de mi mamá- se acercó a su lado abriendo la puerta y halándolo para que saliera – No puedo creer que no recuerdes. Ya estuviste aquí conmigo. 

-¿Qué…? 

-Sí, una vez vinimos; es más, fuiste tú quien me trajo. 

Por más que tratará de entender de qué rayos estaba hablando no tenía la mínima idea. Pero lo decía con tata confianza que le parece imposible que se lo estuvierá inventando. 

-Fue la primera vez que nos escapamos de clase. Estábamos iniciando la secundaria, en primero. En ese momento yo estaba mal porque mi papá acababa de dejarnos y tú ese día habías perdido a Neil, habían terminado su amistad. Ese día dejamos de ser los tres mosqueteros y nos convertimos en el dúo dinámico. Esa fue nuestra primera aventura; salimos del colegio y agarramos el primer autobús que encontramos y aquí fue dónde fuimos a parar. 

Los pensamientos de ella se perdieron mientras recorría con la mirada el parque. 

-Desde ese día siempre regreso cada vez que me siento atrapada. Pero hoy nos he traído porque lo necesitábamos, los dos, juntos. 

Mientras seguía hablando el dolor de cabeza le había aumentado tanto que ya casi le era imposible seguirle el hilo, la voz en su cabeza se había convertido en varias, o quizás era la misma y las otras tan sólo sean sus ecos, da igual como sea, le estaba haciendo sentir como si fuera a desmayarme. Es como si la tierra le atrajese a ella como un imán. Su cuerpo estaba pesado, las piernas ya casi no le sostenía, la vista se le desenfocó y perdió el equilibro cayendo así de rodillas al suelo. 

Sintió los brazos de Cat tratando de levantarle y su voz lejana que demanda responderle que le sucedía. Pero no podía hablarle, es como si la legua se lee hubiese pegado al paladar. La voz en su cabeza le siguía gritando las mismas frases. 

“Ven Caminante, ven. Eres nuestro viajero, te hemos esperado tanto tiempo, ya no podemos esperar más. Ven Aideen, ven a mí” 

La conciencia se le fue oscureciendo, ya no sentía el peso de su cuerpo. Es como si flotara, como si fuera sólo niebla, nada le retiene, no hay un caparazón que le encierre. Sentía que iba camino a casa, algo tiempo atrás guardado en sus recuerdos le dice que regresaba a su verdadero hogar. 

Lo último que escuchó fue la voz que le llamaba, ya nada más importa. 

“Ven Aideen, ven a mí”

2 comentarios:

  1. Parece una historia interesante sigue asçi. Te mando un beso y cuídate.

  1. Gracias nena... Gracias por ese aliento que me anima a continuar, soy fan de tus historias y espero algún día poder llegar tan alto como tú.

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